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Capacitación para el ministerio con niños

Niños intranquilos

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A veces se percibe como un problema, que queremos enseñar algo a los niños, pero ellos están intranquilos y no prestan atención. Este problema se presenta con más frecuencia cuando intentamos enseñar de manera "escolar" - juntando a un grupo bastante grande de niños de la misma edad, y exigiendo que todos a la vez escuchen la misma charla o enseñanza teórica. (Vea acerca de la estructura escolar de muchas iglesias contemporáneas.) En un ambiente familiar y de enseñanza informal, el problema es mucho menor. Pero allí también puede suceder que algunos niños con su intranquilidad distraen a los demás.

Como padres o maestros, deseamos que los niños nos presten atención. Entonces, nuestro primer impulso será hacer que los niños intranquilos se callen y estén quietos. Pero esto puede causar situaciones muy desagradables, como sabrán todos los que alguna vez asistieron a una escuela. Mucho mejor es primero llegar a entender la intranquilidad de los niños.

La intranquilidad de los niños puede tener diferentes causas. Es importante observar a los niños para comprender por qué están intranquilos.
Cada niño es diferente y necesita un trato diferente. Lo que "funciona" con un niño, puede no funcionar con otro. A medida que conocemos mejor a cada niño, aprenderemos también cómo tratar con cada uno.

Mencionaremos algunas razones por qué los niños pueden estar intranquilos:

Intranquilidad natural del niño
Esta es la causa más frecuente. Los niños tienen un deseo natural de moverse. ¡Incluso existen niños que no pueden prestar atención si no están en movimiento!
El cuerpo de un niño se encuentra en pleno desarrollo. El niño necesita moverse para desarrollarse bien. No es natural para un niño, quedarse sentado y quieto durante muchas horas seguidas.
Un niño tiene también la necesidad natural de hacer preguntas, y de hablar de sus experiencias y emociones, con personas adultas cercanas a ellos y de confianza. Esta es la forma más importante como el niño desarrolla su inteligencia y su habilidad de razonar, en la conversación de "uno a uno" (de preferencia con sus padres).

Entonces, la mejor forma de tratar con la intranquilidad del niño, es esta: Darle suficientes oportunidades para satisfacer su necesidad de movimiento y de conversación personal. (Ejercicios o caminatas al aire libre; trabajos manuales y prácticos; tiempos cerca de papá y mamá.) Entonces el niño tendrá "reservas" para los tiempos de hacer un trabajo tranquilo o de escuchar una historia o enseñanza.

Si atendemos a un grupo de niños que no viven en un tal ambiente adecuado (p.ej. un grupo evangelístico, o en el marco de una iglesia tradicional), entonces el programa del grupo debe tomar en cuenta estas necesidades del niño: Debe haber tiempos de juegos movidos, y también durante la enseñanza oportunidades para pararse y sentarse, etc; y oportunidades para que los niños hablen libremente entre ellos y con los adultos.

La intranquilidad del niño reforzada por el sistema escolar

En los niños que asisten a una escuela tradicional, su intranquilidad puede convertirse en un problema fuera de lo normal. (En América Latina hoy en día, ¡esto afecta a casi todos los niños!) Es que estos niños están siendo obligados, en contra de su naturaleza, a estar sentados quietos durante seis a ocho horas al día (algunos más de diez horas, si incluimos sus horas de hacer tareas en casa). Además, se encuentran en un ambiente donde no tienen ninguna relación personal cercana con un adulto de su confianza. Es mas bien un ambiente que ellos perciben como rígido, amenazador, y (durante la mayor parte del tiempo) aburrido. Entonces, no pueden satisfacer sus necesidades naturales de moverse, ni de comunicarse. (Las "preguntas y respuestas" que se dan en la enseñanza escolar, no son ninguna forma de comunicación natural, y por tanto no satisfacen esta necesidad.) Además viven con el constante temor de cometer algún error por el cual serán castigados. Todo este estrés físico y emocional hace que los niños escolares se vuelvan mucho más tensos e inseguros, mucho más nerviosos, y mucho más intranquilos de lo normal. (Este síndrome es conocido con el nombre de "neurosis escolar".) Son como ollas de presión que por fuera se ven quietas, pero por dentro están acumulando una presión creciente. En sus pocos momentos libres, tan pronto como esta presión encuentra una salida, su intranquilidad explota de manera "concentrada".
Por tanto, la intranquilidad de los niños seguirá causando problemas crecientes mientras estén sometidos al sistema escolar dominante. La única solución eficaz, en este respecto, consistiría en mandar a los niños a una escuela alternativa o educarlos en casa.

En un trabajo de refuerzo escolar tuvimos a unos alumnos cuya profesora era exageradamente exigente. Algunos de ellos se quedaban hasta medianoche haciendo sus tareas, y la profesora los pegaba cuando no tenían las tareas completas o cuando cometían errores. La profesora incluso les prohibía jugar en su tiempo libre. En su escuela, estos niños daban la impresión de ser los mejor educados, de manera que esta profesora se había ganado la reputación de ser "una de las mejores profesoras" - pero los niños obedecían solamente porque le tenían pánico. Fuera de la escuela, estos niños eran los más problemáticos: los que nunca tenían paciencia para escuchar una explicación, los que más se discutían y se peleaban entre ellos, los que menos eran capaces de ocuparse por sí mismos, los que destruían más cosas y ni siquiera se sentían responsables por los daños que causaban, y los que mostraban más trastornos psicológicos.

Igual de perjudicial es el mirar la televisión por mucho tiempo. La televisión causa este mismo efecto de mantener al niño sentado y quieto por mucho tiempo, y sin comunicación personal. (Asimilar pasivamente un montón de impresiones, imágenes y sonidos, no es ninguna comunicación personal.) Entonces, después de mirar televisión por mucho tiempo, el niño siente una necesidad mucho mayor de moverse o de hablar. Además, el niño está lleno de impresiones e ideas que su cerebro todavía no pudo procesar; y en muchos casos, estas impresiones e ideas no son nada edificantes. Entonces, el niño necesita "recrear" estas impresiones de alguna manera; por ejemplo por medio de juegos (mayormente bulliciosos) - o teniendo pesadillas en la noche.

La intranquilidad natural del niño en situaciones grupales

Siempre es preferible tratar primero las causas de fondo, que hacen que un niño sea más intranquilo de lo normal. Casi siempre, estas causas de fondo se encuentran en el entorno escolar o familiar del niño. Si no son nuestros propios hijos, habrá que conversar con sus padres. He visto a varios niños clasificados como "hiperactivos", tranquilizarse cuando fueron tratados con más comprensión y se hicieron unos cambios en su rutina escolar y casera para que fuera menos estresante para ellos.

Sin embargo, si tenemos a varios niños reunidos para una enseñanza grupal, tenemos que intervenir si la intranquilidad de un niño molesta a los demás o impide que estén atentos. Podemos reaccionar de alguna de estas maneras:
- Llamar el nombre del niño, sin nada más: "¡Pablo!"
- Llamar la atención del niño, con su nombre: "¡Pablo, escúchame!"
- Continuar normalmente con la enseñanza, pero hablando personal y directamente al niño intranquilo. Si se están usando ayudas visuales, permitir al niño que las mire por un tiempo desde cerca o las tenga en sus manos.
- Otro adulto, o un adolescente maduro, se sienta al lado del niño intranquilo.
- Agarrar al niño por un rato.
- Si es un niño pequeño, hacerlo sentar en las rodillas de un adulto.
- Separar a dos niños que se molestan uno al otro.
- Llamar al niño adelante para que ayude algo (agarrar una lámina, leer un párrafo a voz alta, repartir algo, etc. ...)

También tenemos que tomar en cuenta que algunos niños pueden estar muy atentos a pesar de su intranquilidad. Los niños "cinestéticos" están más atentos si pueden manipular algún objeto con sus manos, moverse en su silla o patalear. Si queremos saber si un niño está atento, no podemos guiarnos por su comportamiento exterior; pero podemos pedirle que repita lo último que acabamos de decir. Si el niño demuestra que ha escuchado atentamente, entonces no hay por qué prohibirle su intranquilidad - excepto si otros niños nos confirman que a ellos les impide estar atentos.

Si un niño realmente no puede controlar su intranquilidad, entonces aun en una situación grupal sería mejor darle un tiempo para desahogarse. Por ejemplo, se le puede permitir salir afuera por tres o cinco minutos para correr o para jugar con la pelota. Recordemos que el movimiento físico es una necesidad del niño. Si el niño estuvo todo el día en un ambiente restringido y obligado a quedarse quieto, entonces no habrá manera de lograr que controle su intranquilidad sin hacerle daño.

Todo es mucho más fácil en reuniones familiares donde los niños están juntos con sus padres. Allí los niños pueden sentarse juntos con sus padres, cada padre necesita atender solamente a sus propios hijos, y si un niño siente una necesidad urgente de decir o preguntar algo que no es apropiado para el grupo entero, lo puede susurrar al oido de papá o mamá. - Por el otro lado, será importante en un tal grupo que todos los padres entiendan la manera de ser de los niños, los respeten y tengan paciencia con ellos.

Todo lo dicho aquí se refiere a casos que no son disciplinarios; o sea, el niño intranquilo no sobrepasa ninguna de las reglas disciplinarias que hemos establecido. Si el niño sobrepasa repetidamente una regla, entonces tiene que haber una consecuencia más fuerte (por ejemplo, el niño tiene que pararse en un rincón por algún tiempo; o un adulto lo lleva afuera y tiene una conversación seria con él.)
- Obviamente, nuestras reglas disciplinarias no pueden prohibir expresiones de intranquilidad natural (tales como decir algo a voz baja, voltearse o patalear); porque no podemos establecer reglas que son imposibles de cumplir. Las reglas sensatas prohíben acciones que hacen daño al prójimo y/o son expresiones de una mala intención, tales como no dejar hablar a alguien, pegar a otros niños, insultarlos, o empujarlos al propósito.

El niño se ve obligado a prestar atención a algo que le aburre.
Un niño estará atento a todo lo que le interesa. Su interés propio es la mejor motivación para aprender. Un niño tiene también una curiosidad natural que lo impulsa a explorar todo, a hacer muchas preguntas y a querer saber cosas nuevas.
Pero la mayoría de los niños hoy en día están intelectualmente "sobrealimentados": Están obligados, en la escuela (y a veces también en sus casas y en sus iglesias) a escuchar un montón de respuestas a preguntas que nunca hicieron, y a memorizar un montón de informaciones que no tienen nada que ver con su vida diaria. Con todo esto, no les queda tiempo ni fuerzas para explorar los temas que sí les interesan, o para preguntar acerca de las cosas que sí desean saber. Su curiosidad natural y su "apetito por el saber" se apaga, como observó acertadamente Albert Einstein:

"Es un error muy grande pensar que se pueda incentivar la motivación para observar y examinar, mediante la obligación y la coacción. Al contrario, yo creo que aun una fiera sana perdería su apetito voraz, si fuera obligada a latigazos a comer constantemente todo lo que uno le pone delante, aun cuando no tuviera hambre."

Así, la intranquilidad de un niño en momentos de enseñanza puede señalar que el niño ya está sobresaturado con conocimientos, que hemos sobrepasado su capacidad de asimilación, o que la enseñanza es de alguna manera no apropiada para él.

Por ejemplo, un niño normal se siente aburrido cuando tiene que escuchar una enseñanza muy teórica y abstracta, sin poder reproducirla mediante objetos concretos. (Vea en "Ganar la atención de los niños" y en "Desarrollo de la inteligencia".) También estará aburrido si solamente tiene que escuchar pasivamente y no le damos la oportunidad de involucrarse personalmente. Igualmente, si no lo tratamos de acuerdo a su edad y a su nivel de desarrollo - por ejemplo si a un niño pequeño le hablamos en un lenguaje que todavía no puede entender; o si a un adolescente lo tratamos de una manera "infantil".

A los niños que están a nuestro cargo, tenemos que conocerlos lo suficientemente bien para saber cuáles son sus preguntas y sus intereses. Y tenemos que edificar una relación lo suficientemente cercana con ellos, para que ellos tengan la confianza de expresarnos sus preguntas, dudas, intereses y problemas. Así podremos responder adecuadamente a sus necesidades, y enseñarles lo que realmente necesitan y desean saber.

"¿Y los niños que no tienen ningún interés espiritual?" - Uno podría pensar que "enseñar según los intereses de los niños" significa dejar que ellos decidan sobre todas las actividades, y si no les interesa leer la Biblia, entonces nunca se leería la Biblia. Pero esto no es lo que significa. Hemos visto en otro capítulo que la Palabra de Dios tiene aplicaciones para todas las áreas de la vida y del conocimiento. Entonces, la Palabra de Dios se puede aplicar a todo campo de interés. Por ejemplo, si a un niño le interesa la naturaleza, le podemos hablar de la creación de Dios, y de como Dios provee y sustenta Su creación. Si a un niño le gusta dibujar, lo podemos animar a dibujar personajes y escenas de la Biblia. Si un niño está interesado en medios de transporte (carros, aviones, etc), le podemos contar de personas en la Biblia que hicieron viajes largos (Abraham, Moisés, Pablo, etc.); o de los viajes de misioneros modernos.
Tenemos que estar tan "llenos" de la Palabra de Dios que podemos hablar de cualquier asunto desde una perspectiva bíblica. Una vez que conocemos los intereses de los niños a nuestro cargo, podemos buscar más informaciones e historias bíblicas que podemos relacionar con estos intereses.

Por el otro lado, para niños mayores es bueno que aprendan también a valorar los intereses de los demás; entonces se les puede también exigir que pasen cierto tiempo en un grupo o una reunión donde se habla de asuntos que no son de su interés personal.

El niño busca atención personal, y/o averigua dónde están los límites
Esto sucede con frecuencia en niños que no reciben amor en su familia, o que tienen algún problema personal y no se sienten amados. Ellos quieren que usted les preste atención y les dé amor; pero no han aprendido a expresar este deseo de una buena manera. Entonces hacen bulla o se comportan mal para que usted esté atento a ellos. Aunque usted les grite o se enoje con ellos, prefieren recibir esta clase de "atención" en vez de ninguna atención en absoluto.
- Otros niños nos ponen a la prueba al propósito: "¿Hasta dónde puedo ir sin que me llamen la atención? ¿Cuánto de mal comportamiento me van a tolerar?"

Estos niños necesitan dos cosas:

- Disciplina firme y consecuente, pero con amor.
Tenemos que ser firmes en cuanto a los límites que hemos establecido, y mantener el orden. No hacemos ningún favor a los niños si les permitimos comportarse mal. Al contrario: si mantenemos nuestros principios y actuamos siempre de acuerdo a ellos, los niños tendrán más confianza en nosotros. (Vea también el capítulo sobre Disciplina.)

- Dar atención en forma positiva.
Aun el niño más travieso tiene momentos en que se comporta bien. Tenemos que fijarnos en estos momentos y alabarlo: "¡Qué bueno, Carlos, los últimos cinco minutos has estado muy atento!" - "¡Gracias, Alicia, por botar la basura al basurero!" - También puede haber momentos cuando el niño está tranquilo, y podemos abrazarle o tomarnos un tiempo para conversar con él. Otra forma de darle atención consiste en darle una pequeña responsabilidad en la casa y premiarlo si lo hace bien.
De esta manera, el niño puede aprender que existen maneras positivas de buscar y recibir la atención de alguien.

En una clase de niños en una iglesia tradicional tuve un niño que siempre estaba molestando; lo llamaremos Pedrito. Un día, cuando llegué antes de la clase, él ya estaba allí esperando. Entonces le pregunté: ¿Quieres ayudarme a alistar las carpetas? (En aquel aula había unas carpetas muy pesadas que teníamos que mover a su sitio antes de cada clase.) Entonces alistamos el aula juntos.
Llegaron los otros niños, y al inicio de la clase les dije: "¿Les gusta cómo está ordenado nuestro salón hoy día? Es que Pedrito me ha ayudado."
Desde aquel momento, nunca más tuve problemas con él. Pedrito había hecho algo bueno y había recibido su debida atención ante toda la clase. Muchas veces, después de esto, él me esperaba antes de la clase para ayudar a alistar el aula.

En el refuerzo escolar tenemos un proyecto de anotar cada día unos datos meteorológicos. Así, algunos niños tienen la responsabilidad de ir a una hora determinada al patio a leer y anotar la temperatura. Esto les provee una oportunidad de moverse, y además la atención positiva de contribuir a un proyecto científico.

El niño está distraído por algo, o no se siente bien
A veces, un niño está intranquilo porque algo en el ambiente alrededor le molesta. Entonces tenemos que buscar la razón: ¿Tiene frío? ¿Calor? ¿Algo le duele? ¿Su silla es incómoda?
Si encontramos la razón, normalmente será muy sencillo hacer algo en contra: abrir las ventanas si falta aire, arreglar el clavo que sobresale en la silla, abrigar al niño que tiene frío, etc. - aun atender apropiadamente a un niño y orar por él si descubrimos que está enfermo.

A veces nos visitan niños en la casa y nos enteramos de que ni siquiera habían desayunado o almorzado. Entonces les damos primero algo que comer, por simple hospitalidad - y después es mucho más fácil enseñarles algo.

Rebelión consciente (resiste a la Palabra; no acepta al maestro)
Hasta ahora he visto muy pocos niños de este tipo. Pero existen algunos niños que realmente no quieren estar en el grupo, o que no quieren saber nada de la Palabra de Dios, y conscientemente tratan de hacerles la vida difícil a los encargados. Quizás están allí porque alguien los obliga a asistir en contra de su voluntad; o incluso han venido con el propósito de molestar.

En estos casos, los siguientes pasos podrían ayudar:

- Disciplina firme.
Aquí se aplica lo mismo como con el niño que desafía los límites.

- Conversar con los padres.
Si el niño no hace caso, tenemos que buscar a sus padres. Con frecuencia, la causa del problema se encuentra en el hogar del niño. A veces podemos descubrir el problema e incluso contribuir algo para su solución.
¿Está sufriendo el niño por algún problema en el hogar (maltrato, alcoholismo, divorcio, ...), y expresa este sufrimiento por medio de la rebelión?
¿Son los padres muy autoritarios o legalistas y restringen demasiado al niño?
O al contrario, ¿son los padres muy permisivos y negligentes, que no hacen nada contra el mal comportamiento del niño?
¿Envían los padres al niño a un grupo cristiano porque esperan que los maestros le den la educación que ellos como padres no pueden o no quieren dar?
En algunos casos, se puede llegar a un acuerdo con los padres de cómo tratar con el niño, y el problema se soluciona en un esfuerzo de los padres y maestros juntos.
- Si es el caso de los propios hijos, como padres tenemos que preguntarnos cuál es nuestra parte en el problema, según las pautas que acabamos de mencionar. Puede ser necesario buscar la ayuda de un cristiano maduro y sabio que puede aconsejarnos. Pero generalmente no es aconsejable mandar al niño a otra parte para que otra persona lo eduque: El comportamiento del niño señala que nosotros como padres necesitamos aprender algo; y si simplemente encargamos al niño a otras personas, no llegaremos a aprender la lección que Dios tiene para nosotros. Además, el niño sentirá con más razón que nosotros como padres lo rechazamos.

- En una situación grupal: Decir al niño que deje de asistir hasta que mejore su comportamiento.
Si el problema no se soluciona y el niño no quiere integrarse en el grupo, entonces es mejor que no participe. Dios no obliga a nadie a escuchar Su Palabra; es la libre decisión de cada uno. Aun si los padres insisten en que el niño esté en el grupo, tenemos que aclararles que no podemos permitir que se malogre una reunión de veinte personas que quieren estar allí, por la culpa de un solo niño que no quiere estar allí. Este problema tiene que solucionarse en casa, en familia, no en la reunión de la iglesia. Si los mismos padres no son capaces de despertar en el niño una motivación sana de querer escuchar la Palabra de Dios, no tienen derecho de echar esta carga sobre otras familias o sobre los ancianos de la iglesia.
A veces podemos observar que tales niños regresan años después y se arrepienten, porque la semilla de la Palabra dio fruto mucho tiempo después.

Para reflexionar:
Haga una lista de sus hijos, y (si aplica) de los niños de su grupo, y anote para cada uno la razón más frecuente por qué está intranquilo:

Juan Ejemplo __________________
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Busca mi atención personal_________________________________
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