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El avivamiento de la Calle Azusa: ¿qué pasó con su herencia?

El movimiento pentecostal - al cual pertenece un gran número de iglesias en América Latina - traza sus orígenes desde el avivamiento en la Calle Azusa (Los Angeles) en 1906. Según lo que he leído hasta ahora, veo que este fue un avivamiento genuino según las pautas bíblicas. Sin embargo, me pregunto si los pentecostales actuales son los herederos legítimos de aquel avivamiento. Deseo en este artículo resaltar algunas características del avivamiento en la Calle Azusa, y hacer algunas comparaciones con el pentecostalismo actual.

Por la mayor parte me estoy apoyando en el libro "Azusa Street" por Frank Bartleman, uno de los pioneros de aquel avivamiento (al lado de William Seymour quien era el pionero principal). Bartleman describe en este libro sus experiencias de primera mano, acerca del avivamiento, sus antecedentes y sus resultados.

Al buscar este libro, ya me llevé la primera sorpresa. El libro de Bartleman (escrito en 1925) fue reeditado en español por la Editorial Peniel en 2006, con ocasión del centenario del avivamiento, festejado por los pentecostales alrededor del mundo entero. Pero cuando pedí este libro en una librería cristiana en 2008, no sabían nada acerca de este libro, y al parecer ni siquiera sabían a qué se refiere "Calle Azusa". Ahora quizás puedo disculparlos con el hecho de que la librería en sí no es pentecostal. Pero es la librería cristiana más grande de la ciudad y es frecuentada por muchos pastores y líderes pentecostales, puesto que no hay ninguna librería específicamente "pentecostal" aquí. Entonces me extraña que en todo este tiempo ninguno de ellos haya pedido este libro. ¿Viven los pentecostales desconectados de su historia?

La esencia de un avivamiento

Unos pasajes en Apocalipsis, escritos a diversas iglesias, nos hacen ver lo que es la esencia de un avivamiento:

"Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras..." (Apoc.2:5)
"Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete." (Apoc.3:3)

El Señor dice a las iglesias "muertas y por morir", que volvieran a lo que recibieron en el principio. Cada avivamiento en la historia comenzó con el clamor de unos discípulos desesperados por la frialdad y apostasía de la iglesia: ¡Volvamos a lo que era en el principio! ¡Volvamos a la comunión con Jesucristo que tenían los primeros discípulos! ¡Volvamos a la sencillez y la pureza de corazón de la primera iglesia! ¡Volvamos al temor a Dios que era tal que un Ananías y una Safira no pudieron quedarse con vida en medio de una iglesia santa!

Así también al inicio del avivamiento de la Calle Azusa, hubo unos discípulos que clamaron: ¿Dónde está hoy el poder y la autoridad que tenían los apóstoles? ¿Dónde está la obra del Espíritu Santo que conocía la primera iglesia? ¡Volvamos a lo que era en el principio!

Este avivamiento es conocido en primer lugar por la manifestación del "hablar en lenguas", que apareció a gran escala por primera vez después de muchos siglos. Pero aquellos primeros pentecostales no buscaron el hablar en lenguas como un fin en sí mismo. En primer lugar, ellos buscaron al Señor mismo. El hablar en lenguas era para ellos solamente una señal de que habían encontrado lo que buscaban: una comunión y entrega más completa al Señor.

Por tanto, lo que más caracterizaba aquel avivamiento era el arrepentimiento, y un "ambiente de santidad" que no permitía la presencia de pecado alguno. De esta manera describe Bartleman las primeras reuniones en la Calle Azusa:

"Sabíamos instantáneamente cuando habíamos contristado al Espíritu, por una palabra o una obra cruel. Parecía que vivíamos en un mar de puro amor divino. El Señor luchaba por nosotros en las batallas. Nos consagrábamos a su juicio totalmente en todos los asuntos, sin siquiera intentar defender a la obra o a nosotros mismos. Vivíamos en su presencia, inmediata y maravillosa. Y nada contrario a su puro Espíritu era permitido allí. Lo falso era separado de lo real por el Espíritu de Dios. La Palabra de Dios misma decidía absolutamente todos los temas. Los corazones del pueblo eran escudriñados a fondo, tanto en hecho como en su motivación. Formar parte de este grupo no era algo para tomar a la ligera. Nadie 'osaba unírseles' (Hechos 5:13), a menos que su intención fuera seria..."

Cierto, el "hablar en lenguas" tenía importancia en la Calle Azusa. Pero mucho más importante todavía era la cruz de Cristo.
Bartleman cita a otro pionero pentecostal, Arthur Booth-Clibborn, con estas palabras:

"Cualquier abaratamiento del precio del Pentecostés sería un desastre de magnitud incalculable. Los que se reunían en el aposento alto, sobre quienes cayó el Pentecostés, habían pagado por él el más alto precio. En esto se habían acercado lo más posible a Aquel que había pagado el más alto precio por enviarlo. ¿Realmente comprendemos cuán enteramente perdidos para este mundo, cuán completamente despreciados, rechazados y descastados eran? Su maestro y líder acababa de ser colgado, por así decirlo, por la civilización más elevada de su época. Su Calvario estaba completo, por lo que un Pentecostés completo vino a compensarlo... Nosotros, por lo tanto, podemos, cada uno, decirnos a nosotros mismos: Como sea tu cruz, así será tu Pentecostés."

Entonces, en la Calle Azusa estaba presente lo que caracteriza cada verdadero avivamiento: una profunda convicción acerca del pecado, arrepentimiento profundo, y santidad. Y aquí ya tengo que hacer la primera observación acerca del pentecostalismo actual: ¿Dónde está esta profunda convicción y este arrepentimiento hoy en día? Cierto, todavía se predica acerca del "arrepentimiento". Pero ¿cuán profundo es? ¿No están muchas iglesias hoy contentas con un "ritual" de arrodillarse y decir "Jesús, perdóname todos mis pecados"? Esto es servir a Dios de labios, pero no de corazón.

(Vea también: ¿Quieres experimentar avivamiento? y Arrepentimiento - ¿falso o verdadero?)

La apostasía de un avivamiento

Ningún avivamiento de la historia perduró. Aun la iglesia primitiva decayó espiritualmente dentro de pocas décadas. Hacia el final del primer siglo, el Señor tuvo que llamar al arrepentimiento a cinco de las siete iglesias a las que se dirige el libro de Apocalipsis.

De manera similar, los avivamientos posteriores empezaron a enfriarse después de algún tiempo, y se alejaron de sus comienzos. El avivamiento de la Calle Azusa no es ninguna excepción en este sentido. La historia de la iglesia tiene la misma tendencia "hacia abajo" como la historia de toda la humanidad desde la caída de Adán. Solamente que el Señor renueva periódicamente Su iglesia por medio de los avivamientos. Por eso, cada generación necesita un nuevo avivamiento.

Y ahora tengo que mencionar la segunda sorpresa que me llevé al leer el libro de Bartleman.

La re-edición del 2006 que tengo, contiene una introducción por Vinson Synan. Esta introducción resalta la extensión del movimiento pentecostal por el mundo entero, e incluso en la iglesia católica romana (en forma del movimiento carismático). Me permito calificar esta introducción de un poco jactanciosa y medio ecumenista. Parece que esto es lo que caracteriza el pentecostalismo actual.

¡Pero este no es el espíritu del libro escrito por Bartleman! Sin duda, el señor Synan es alguien eminente en el mundo pentecostal de hoy; pero me pregunto si él realmente ha comprendido lo que Bartleman quiere decir en su libro. Lejos de jactarse de los avances del movimiento pentecostal, ¡Bartleman lamenta - apenas veinte años después del avivamiento - la apostasía de este movimiento que él mismo ayudó a fundar! Sí, en varios pasajes de su libro, Bartleman usa explícitamente el término "apostasía" para caracterizar el movimiento pentecostal de 1925. El hace el esfuerzo de describir la historia del avivamiento, para recordar a los pentecostales de sus propios comienzos, y para exhortarlos a que volviesen a estos comienzos, porque se habían apartado de ellos.

Esta exhortación es todavía más importante hoy que en 1925.

Veamos de qué manera percibe Bartleman esta apostasía.

"Calle Azusa" no estaba afanada por números y crecimiento.

Uno de los síntomas de apostasía, según Bartleman, es exactamente este afán y esta jactancia por el crecimiento númerico, que aparece en la introducción añadida a la re-edición de su libro. Bartleman dice:

"La apostasía de la iglesia primitiva se produjo como resultado de un deseo mayor de ver el extendimiento de su poder que el de ver que sus miembros individuales recibieran la nueva naturaleza. En el instante en que codiciamos una gran cantidad de seguidores y nos gozamos frente a las multitudes, sin tener un mayor deseo de ver que cambien las naturalezas de los individuos según el plan divino, comenzamos a recorrer la misma senda de apostasía que lleva a Roma y a sus hijas."

¡Escuchen, iglesias pentecostales, lo que dice vuestro propio pionero!

En la Calle Azusa no existía el "evangelio de la prosperidad".

Bartleman no menciona el "evangelio de la prosperidad" en su libro, porque éste todavía no existía en su tiempo. Pero si él estuviera vivo en nuestros tiempos y escuchara lo que se predica en muchas iglesias, seguramente lo denunciaría también como "apostasía". El mismo Bartleman vivía toda su vida en extrema pobreza.

Bartleman escribe acerca de su ministerio poco antes de que comenzara el avivamiento:

"No teníamos ni un céntimo, estábamos atrasados con el pago de la renta otra vez, pero yo estaba, literalmente, derramando mi vida en el servicio a Dios. Apenas contábamos con las cosas indispensables para vivir. ... Los líderes no me alentaban mucho, pero las almas hambrientas y necesitadas escuchaban hablar de Jesús gozosamente. Casi siempre el avivamiento comienza entre los laicos. Los líderes eclesiásticos rara vez reciben bien una reforma. Los líderes actuales están, en general, demasiado cómodamente instalados como para desear innovaciones que pudieran requerir sacrificios de su parte. Y el fuego de Dios solo cae sobre los sacrificios... Tanto el frío intelectualismo como el eclesiasticismo formal y la dominación sacerdotal están fuera del genio del evangelio. ... Aun el poderoso evangelista Charles Finney era tan pobre luego de quince años de prodigiosa labor para el Señor, que se vio obligado a vender su baúl de viaje para comprar una vaca y poder así alimentar a su familia."

Los actuales predicadores de la prosperidad dirían quizás que Bartleman no vivía en la plenitud de la fe. Pero el hecho es, que del ministerio de Bartleman surgió un avivamiento genuino, mientras los predicadores actuales tienen a lo máximo una imitación de avivamiento.

"Calle Azusa" no buscaba ser reconocida por la sociedad, ni por las iglesias.

Los inicios del avivamiento eran marcados por una profunda humildad. No se hacían distinciones de clase ni de raza. Fue una de las primeras comuniones cristianas en los Estados Unidos donde blancos y negros se mezclaron como iguales, y esto se manifestaba también en el liderazgo (puesto que Seymour era negro y Bartleman era blanco).

Igualmente, los pioneros de este avivamiento no buscaban ser reconocidos por la sociedad, ni por los líderes eclesiásticos. Al contrario, ellos tomaron en serio lo que dice en Hebreos 13:12-13:

"Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio..."

El "campamento", en este contexto, se refiere al "campamento de Israel", o sea, aquellos que se identifican como "pueblo de Dios". El mismo Señor Jesús fue expulsado y condenado por los líderes religiosos de su tiempo. De la misma manera, los pioneros de un avivamiento tienen que estar dispuestos a ser expulsados y condenados por los líderes de las iglesias, y a "salir fuera del campamento" de la cristiandad. Y no deben tener la ambición de convertirse en "líderes religiosos" ellos mismos.

Este es exactamente el espíritu que se expresa en este párrafo de Bartleman acerca de los inicios del avivamiento:

"Un gran espíritu de humildad se manifestaba en esa reunión. Estaban concentrados en Dios. Evidentemente, el Señor había encontrado su pequeño remanente, afuera, como siempre, a través de los cuales podría hacer su voluntad. Esto no podía hacerlo en ninguna obra misionera del país. Todas estaban en manos de hombres. El Espíritu no podía obrar. Otros, mucho más pretenciosos, habían fallado. Lo que el hombre estima había sido dejado de lado una vez más, y el Espíritu había nacido de nuevo otra vez en un humilde 'establo', fuera de las instituciones eclesiásticas, como siempre.
Un cuerpo debe ser preparado, en arrepentimiento y humillación, para todo derramamiento del Espíritu. ... En el avivamiento de Gales, los grandes expositores de Inglaterra tuvieron que venir a sentarse a los pies de los rudos y curtidos trabajadores mineros, y ver las maravillosas obras de Dios..."

Pero hoy en día, el movimiento pentecostal a su vez se ha convertido en una multitud de nuevas "instituciones eclesiásticas". Por tanto me pregunto, si Dios desea enviar un nuevo avivamiento hoy en día, ¿no tendrá que buscar El a Su pueblo dispuesto AFUERA de las instituciones del pentecostalismo actual?

Antes del avivamiento, se anunciaba el juicio de Dios.

En abril de 1906, un gran terremoto destruyó la ciudad de San Francisco. Frank Bartleman vio en ello claramente la voz de Dios que llamaba al arrepentimiento. Pero para su asombro y desilusión, los otros pastores solo intentaron tranquilizar a sus oyentes. No eran muy diferentes de muchos pastores actuales que enseñan que "Dios no castiga", y que los terremotos, los tsunamis, el SIDA, etc, no tienen nada que ver con el juicio de Dios.

Bartleman no pensaba de esta manera. Veremos unos extractos de su propia descripción:

"Pronto vi que el terremoto había sacudido muchos corazones ... Casi todos los púlpitos de la ciudad trabajaban horas extras para probar que Dios no tenía nada que ver con los terremotos, y de esta forma calmar los temores de la gente. El Espíritu trataba de golpear a los corazones con su convicción por medio de este juicio. Yo me sentía indignado de que los predicadores pudieran ser tan utilizados por satanás como para tratar de ahogar la voz de Dios.
... Después del sacudón de Los Angeles, el Señor me dijo decididamente que tenía un mensaje para el pueblo. ... Terminé de escribir a las 0:30 del martes, listo para llevarlo a la imprenta... Debía ser impreso en la mañana ... El (Dios) me mostró que estaba terriblemente acongojado por la obstinación de su pueblo ante su juicio por el pecado. San Francisco era una ciudad tremendamente malvada. El me mostró que todo el infierno se movilizaba para ahogar su voz en el terremoto, si ello fuera posible. El mensaje que me había dado debía contrarrestar esta influencia."

El tratado que imprimió Bartleman consistía casi completamente en citas bíblicas, comprobando que los terremotos son un juicio de Dios. Luchando contra grandes resistencias y obstáculos, imprimió y distribuyó dentro de pocas semanas más de cien mil ejemplares de este tratado. Este mensaje produjo mucha convicción del pecado. Fue uno de los factores decisivos para que comenzara el avivamiento.

¿Cómo piensan los pentecostales actuales? Según veo, la gran mayoría de ellos prefieren profecías de bendición, de éxito y prosperidad; y este es el mensaje que sus pastores y profetas predican. Sé de un solo predicador pentecostal prominente que todavía se atreve a anunciar el juicio de Dios - David Wilkerson -, y él ha perdido mucha popularidad exactamente por este mensaje. Temo que Frank Bartleman no sería bienvenido en los círculos pentecostales de la actualidad.

El avivamiento de la Calle Azusa dependía del Espíritu Santo, no de líderes humanos.

Aunque William Seymour era generalmente reconocido como el "líder" del avivamiento, él raras veces "lideraba" a la manera de los pastores actuales. La siguiente curiosidad es relatada por casi todos los autores que escriben acerca del avivamiento: Durante las reuniones en la Calle Azusa, Seymour solía tener delante de sí dos cajas de zapatos vacías, una sobre otra, ponía su cabeza en la caja superior, y pasaba casi todo el tiempo orando así, en vez de "dirigir" la reunión. Por mientras, el Espíritu Santo se encargaba de dirigir la reunión, "repartiendo a cada uno como él quiere" (1 Cor.12:11).

Así lo describe Bartleman:

"El hermano Seymour era reconocido como líder nominal a cargo. Pero no teníamos papa ni jerarquía alguna. Eramos 'hermanos'. No teníamos un programa humano. Dios mismo nos dirigía. No teníamos clase sacerdotal, ni tareas sacerdotales. Estas cosas vinieron después, con la apostasía del movimiento. En el principio ni siquiera teníamos una plataforma o un púlpito. Todos estábamos a la misma altura. Los ministros eran siervos, según el verdadero sentido de la palabra. No honrábamos a los hombres por su posición ventajosa, ya fuera a causa de su dinero o de su educación...
No se anunciaba con anticipación el tema de los sermones o los mensajes, ni los nombres de los predicadores para una hora determinada. Nadie sabía qué sucedería, qué haría Dios. Todo era espontáneo, ordenado por el Espíritu. Queríamos escuchar lo que Dios tuviera para nosotros, fuera quien fuere la persona que Él eligiera para hablar. No hacíamos acepción de personas...
Alguien podía estar hablando, y repentinamente el Espíritu caía sobre la congregación. Dios mismo hacía el llamado. Los hombres caían por todas partes, como heridos en una batalla, o corrían hacia el púlpito en masa, buscando a Dios... Nunca vi que se hiciera un llamado evangelístico en esa época. Dios mismo los llamaba. Y el predicador sabía cuándo irse..."

El contraste con las iglesias actuales es obvio.
Varios otros puntos podemos resaltar en esta descripción:

En el avivamiento, cada hermano podía ministrar, según el Espíritu Santo le daba.

No había ninguna distinción entre "clérigos" y "laicos", "pastores" y "miembros comunes". (Ni siquiera existía algo como una "membresía" oficial.) Esta distinción que hacen las iglesias actuales, es otra de las cosas que Bartleman califica de "apostasía". En el avivamiento se reconocía que el Espíritu Santo podía usar a cualquier hermano, según 1 Cor.14:26:

"¿Cómo es entonces, hermanos? Cuando se reúnen, cada uno de ustedes tiene una canción, tiene una enseñanza, tiene una revelación, tiene un lenguaje, tiene una interpretación; todo suceda para edificación."

El cambio histórico más importante que trajo "Calle Azusa", sin duda, fue el nuevo reconocimiento de los dones del Espíritu Santo; especialmente los dones más "llamativos" como hablar en lenguas, profecía y sanidad. Esto es lo que hasta hoy caracteriza el movimiento pentecostal y carismático.

Pero veo una diferencia importante en la forma como fueron usados estos dones. En el avivamiento de la Calle Azusa, era el entero "cuerpo de Cristo" que usaba estos dones para la edificación mutua.

Pero en las iglesias pentecostales actuales ya no veo esto. La "ministración" está ahora completamente centrada en el "pastor". Aun si hay p.ej. profecía, se ejerce exclusivamente por aquellas pocas personas que son "oficialmente reconocidas" como "profetas" etc. Ya no veo al "cuerpo entero" ministrando. Están desapareciendo aquellas pocas iglesias donde un "miembro común" puede levantarse y dar una palabra de exhortación, enseñanza o profecía, sin tener una "autorización especial" por el pastor. A lo máximo he visto esto en unos grupos informales en el marco de obras o misiones interdenominacionales o "para-eclesiásticas" - aquellas organizaciones que son despreciadas por las iglesias denominacionales porque las consideran una competencia "fuera del orden".

Bartleman cuenta incluso que los pastores eran los que tenían las mayores dificultades de entrar al avivamiento. El Espíritu Santo traía a la luz su vacío interior, su vanidad y su pobreza espiritual que solían esconder detrás de sus sermones elaborados:

"Algunas veces venían personas presuntuosas. Especialmente predicadores, que trataban de promoverse a sí mismos, teniendo un alto concepto de sí. Pero sus esfuerzos tenían corta vida. Les faltaba el aliento. Sus mentes vagaban, sus cerebros vacilaban. Comenzaban a ver todo negro. No podían seguir. Nunca, en esa época, vi a alguno de ellos que pudiera continuar predicando. Estaban en contra de Dios. Nadie les interrumpía. Simplemente orábamos; el Espíritu hacía el resto. Nosotros queríamos que el Espíritu controlara todo. Él los hería prontamente...
Aun los hombres que eran muy buenos llegaban a aborrecerse a sí mismos a la pristina luz de Dios. Los predicadores tardaban más en morir. Tenían mucho a lo que morir. Tanta reputación, tantas buenas obras. Pero cuando Dios obraba en ellos, alegremente daban vuelta a la página y empezaban un nuevo capítulo... La muerte no es una experiencia agradable, en absoluto. Y los hombres fuertes tardan en morir."

Con esto, dudo que los pastores actuales se hubieran sentido bien en el avivamiento de la Calle Azusa...
 

Dios mismo hacía el "llamado" a la conversión.

Esto está muy en la línea de los avivamientos antiguos con Jonatan Edwards, George Whitefield, John Wesley, Charles Finney, y muchos otros. Estos predicadores predicaban sermones muy fuertes, pero confiaban en que Dios mismo iba a obrar la convicción del pecado, y que entonces las personas iban a buscar a Dios por sí mismos y encontrarle. Edwards pedía a sus oyentes que vinieran a testificar después de alcanzar la seguridad de que habían sido salvos; y Finney les ofrecía un lugar donde podían orar y buscar a Dios y recibir consejería si lo deseaban. Pero ninguno de ellos insinuaba que uno podía ser salvo con un ritual de "venir adelante" o de "decir una oración de entrega".

Así fue también el avivamiento de la Calle Azusa, según el relato de Bartleman que cité más arriba.

"Nunca vi que se hiciera un llamado evangelístico en esa época. Dios mismo los llamaba."

Entonces, obviamente, no existía esta manipulación que se observa en muchas campañas evangelísticas actuales: "Ven adelante ahora, ahora es la hora de la salvación..." "Siento que hay una unción especial de Dios en este lugar para los que vienen adelante ahora..." etc. etc. La obra de Dios no necesita ser "reforzada" con manipulaciones humanas.

No existía el autoritarismo en la Calle Azusa.

Vuelvo a citar del relato de Bartleman:

"No teníamos clase sacerdotal, ni tareas sacerdotales. Estas cosas vinieron después, con la apostasía del movimiento. En el principio ni siquiera teníamos una plataforma o un púlpito. Todos estábamos a la misma altura. Los ministros eran siervos, según el verdadero sentido de la palabra."

Más tarde dice también:

"'La iglesia era en el principio una comunidad de hermanos, guiada por algunos hermanos' (D'Aubigne). '...uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos' (Mateo 23:8). Tenemos demasiado espíritu de 'liderazgo'. Esto divide al 'cuerpo' y separa a los santos."

El avivamiento de la Calle Azusa era "anti-autoritario" (en el sentido más positivo de la palabra). Los líderes no exigían "sumisión" y no se enseñoreaban de sus hermanos. Eran fieles a las palabras del apóstol Pedro:

"Apacienten el rebaño de Dios que está entre ustedes, cuidando de él, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no enseñoreándose de los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos del rebaño." (1 Pedro 5:2-3)

Más tarde, el movimiento pentecostal empezó a caer en el "pastorismo" y el autoritarismo. Este es otro punto que Bartleman llama "apostasía":

"A medida que el movimiento caía en la apostasía, comenzaron a construirse plataformas más altas, a vestir sacos más largos, se organizaron coros, y comenzaron a formarse bandas de cuerdas para darle 'ritmo' a la gente. Los reyes volvieron nuevamente a sus tronos, restaurada su soberanía. Ya no éramos 'hermanos'. Entonces se multiplicaron las divisiones. Mientras el hermano Seymour mantuvo su cabeza dentro de una caja vacía en Azusa, todo anduvo bien. Pero finalmente le construyeron un trono a él también. Ahora tenemos, no una jerarquía, sino muchas. (La obra misionera de Azusa está desierta, y el hermano Seymour en el cielo, al tiempo de escribir estas líneas.)"

Esto fue en 1925. ¿Y qué diríamos de los tiempos que seguían?

Durante los últimos treinta o cuarenta años, las falsas enseñanzas autoritarias de la "cobertura espiritual" y de la "sumisión bajo el pastor" han invadido a las iglesias pentecostales, más que a las otras denominaciones. Hoy se considera que un pastor es "más ungido", cuanto más autoritario es. Esto es completamente opuesto al espíritu de los pioneros pentecostales.

El avivamiento de la Calle Azusa no tenía formas institucionales.

Así como el Espíritu Santo dirigía las reuniones, El también dirigía todos los demás asuntos. Por eso no era necesario que el avivamiento fuera "organizado" de manera institucional, por lo menos no al inicio. Bartleman ve la raíz de la apostasía del movimiento en el "organizarse":

"Debe decirse la verdad. Azusa también comenzó a fallarle al Señor al comienzo de su historia. Un día Dios me mostró que estaban pensando en organizarse, aunque no se había pronunciado una palabra al respecto. El Espíritu me lo reveló. El hizo que me pusiera de pie y les advirtiera sobre el peligro de hacer de la obra pentecostal un grupo 'partidario'. Los santos 'bautizados' debían permanecer en 'un solo cuerpo', como habían sido llamados, y ser libres, como su Espíritu era libre, no 'atados nuevamente en un yugo (eclesiástico)'. ... Al día siguiente de que yo lanzara esta advertencia, encontré sobre la puerta de Azusa un cartel que decía: 'Obra Misionera de la Fe Apostólica'. El Señor me dijo: 'Esto es lo que yo te decía.' Lo habían hecho. Un 'espíritu partidista' no puede ser 'pentecostal'. Formular un cuerpo separado es solo proclamar nuestro fracaso como pueblo de Dios. ... Luego trataron de incluir a toda la obra de la costa en esta organización, pero fallaron miserablemente. ... El pueblo de Dios debe estar libre de jerarquías."

Por supuesto, cada grupo de personas necesita "organización" en el sentido de hacer acuerdos mutuos, comprometerse para ciertas actividades, reuniones, etc. De allí es quizás no tan correcto cuando Bartleman dice que el "organizarse" es pecado. Pero lo que él relata aquí, tiene que ver con convertirse en una "institución". Y este es efectivamente un peligro para cada avivamiento:
Tan pronto como un grupo de personas se organiza como "institución", esta institución empieza a adquirir una vida propia. La gente empieza a sentirse obligada a "servir a la institución", a trabajar por el "crecimiento de la institución", a preocuparse por "la reputación de la institución", etc. Así, poco a poco, "la institución" se convierte en un ídolo y ahoga la vida espiritual. Así sucedió también con el movimiento pentecostal.

Bartleman describe de la siguiente manera la situación algunos años después del avivamiento:

"En la calle Colorado se abrió una gran obra misionera, y serví allí también. Encontré que el poder se había disipado mucho. Había muchas manifestaciones huecas. Gran parte de ellas eran solo espuma. Esto me preocupaba. El espíritu de oración se había perdido. Por consiguiente, se había filtrado el fanatismo y la carne. La oración quema la carne arrogante. Esta debe ser crucificada, cauterizada.
... Yo estaba en el pasillo del primer piso. Otros se unieron a mí en oración. Bajamos y descendió fuego sobre esa reunión. Pero los líderes que estaban a cargo no eran espirituales. Se habían levantado otros líderes que 'no conocían a José'. No lo comprendían. Dios trataba de volver. Parecían temer que alguien les robara la obra misionera. El Espíritu no podía obrar. Además, se habían organizado mucho y rápidamente, y yo no era parte de su organización. Así es en muchos lugares hoy. 'Firme sobre la línea punteada, o no podremos confiar en usted.' Solo nos reunimos con los que llenan nuestros formularios. El 'Pentecostés' nos quitó eso. ¿Por qué volver a ello?"

Con esto, las iglesias pentecostales empezaron también a volverse tradicionalistas y "costumbristas" como todas las otras:

"En esos momentos nada temíamos más que el buscar nuestra propia gloria, o que la experiencia pentecostal se convirtiera en un tema de la historia pasada. En realidad, esperábamos y creíamos que el avivamiento durara sin cesar hasta que Jesús volviera, lo cual sin duda sucedería, debería suceder, si los hombres no le fallaran a Dios. Pero continuamente nos desviamos hacia las viejas concepciones, formas y ceremonias eclesiásticas apartadas de Dios. ... Ahora vamos a la iglesia los domingos, etc, igual que 'las naciones (iglesias) de alrededor'. Pero en el comienzo no fue así. En los primeros días de la obra de Azusa apenas podía lograrse que los santos dejaran de estar de rodillas. Cuando dos hermanos se encontraban, inevitablemente iban a orar. Hoy es difícil arrastrar a alguien para que ore..."

La controversia acerca de la santidad

Como ya vimos, buscar la santidad era algo de lo más importante para los primeros pentecostales. Aquí otra cita de Bartleman al respecto:

"En esos días, recibir el 'bautismo' (del Espíritu) significaba un proceso de muerte y de limpieza. ... En ese momento no sabíamos nada de 'entusiasmar' a la gente con palabras. El Espíritu obraba en gran profundidad. Un espíritu inquieto, o una persona que hablara sin cuidar sus palabras, eran inmediatamente reprobados por el Espíritu. Estábamos en 'tierra santa'. Esta atmósfera era insoportable para los espíritus carnales. Esto generalmente los mantenía lejos de allí, a menos que se hubieran sometido como era debido y hubieran quemado todo lo carnal."

Pero con el tiempo surgió una controversia, la única controversia que logró dividir el movimiento pentecostal en sus primeros años. Un autor metodista, Edmundo W.Robb, la describe de esta forma:

"En el siglo XX, los pentecostales carismáticos y los adherentes al movimiento de santidad han estado a menudo en campamentos hostiles. Así que resulta sorprendente para muchos saber que en realidad el pentecostalismo salió del movimiento de santidad. De alguna manera fue una progresión natural del movimiento."
"Al igual que otros predicadores de la santidad que fueron atraídos por el pentecostalismo, Seymour enseñó que el 'Bautismo en el Espíritu', el cual producía el don de lenguas era, en esencia, un segundo bautismo del Espíritu Santo. El primer bautismo producía santificación; el segundo, dones espirituales y poder."
"Otro pentecostalista inicial invitado a predicar en la Calle Azusa fue William H.Durham. Después de examinar las cosas, Durham declaró que la doctrina de Seymour de las tres obras de la gracia no funcionaría. Claro que él creía en la primera, el nuevo nacimiento, y aceptaba la tercera, el bautismo en el Epsíritu Santo evidenciado mediante el hablar en lenguas, con los brazos abiertos. Pero Durham rechazaba la segunda obra de la gracia: la doctrina wesleyana de la santificación, como redundante e innecesaria ... El propio Seymour, y la mayoría de los miembros de la congregación de la Calle Azusa, fueron devastados. Durham había socavado todo el razonamiento teológico para el avivamiento. Ellos pensaban: ¿Cómo alguien puede experimentar un bautismo de poder si primero no ha tenido un bautismo de limpieza?
Durham siguió hasta fundar las Asambleas de Dios, la cual tendió a atraer a los anteriores bautistas, presbiterianos y a otros de la tradición de la iglesia reformada. A su tiempo, esta rama de la 'no-santidad' del movimiento pentecostal llegó a predominar. Más que considerar el hablar en lenguas y otros dones ardientes como un complemento de la santificación completa, como lo hicieron los primeros pentecostales, las Asambleas y otros grupos consideraron el 'Bautismo en el Espíritu Santo' como un sustituto. - Hoy en día, la mayoría de las iglesias pentecostales y carismáticas buscan sus raíces en este pentecostalismo de la no-santidad."
(Edmundo W.Robb, "El Espíritu que no se intimida", Misión Andina Evangélica 2001)

Según las explicaciones de Robb, el movimiento de la santidad tenía sus raíces en las enseñanzas de John Wesley, pero llevó estas enseñanzas a unos extremos que ya no estaban en el sentido de Wesley:

"Para recibir la segunda bendición, los creyentes tenían que rendir a Dios todo lo que tenían en sus corazones y en sus vidas. A su vez, por la fe, el Espíritu Santo purificaría sus corazones y los capacitaría para una vida sin pecado. Esta era una afirmación más ambiciosa que la que Wesley había hecho con su doctrina de santificación. Wesley dejó en claro que él quiso decir sólo perfección de intención o de deseo."
(Edmundo W.Robb, op.cit.)

Frank Bartleman, en cambio, se puso del lado de Durham y lo describe desde una perspectiva muy diferente:

"Él (Durham) predicaba un evangelio de salvación por fe. Fue usado con poder para marcar nuevamente la línea de separación entre la salvación por obras y la que es por fe, entre la ley y la gracia. Esto se había vuelto muy necesario, aun entre los pentecostales. Y es seguro que tal revelación y reforma son necesarias hoy en las iglesias casi tanto como en la época de Lutero. Tenemos, en gran parte, un protestantismo romanizado.
... Una multitud de almas aceptaba el mensaje del hermano Durham con gozo. ... Pero también tenía gran oposición. Algunos abusaban del mensaje, como lo hacen con todo mensaje enviado por Dios, llegando al extremo de declarar que dado que la obra de redención había sido totalmente lograda en la cruz estaba, necesariamente, terminada también en nosotros en el momento en que creíamos. Esto era un gran error, y un gran obstáculo para el mensaje y para la obra. ... Algunos llegaban al extremo de combatir el principio mismo de la santidad, pretendiendo justificarse a sí mismos con el mensaje de Durham. Pero, o lo habían malentendido o, lo que es más probable, habían aprovechado la supuesta oportunidad para luchar contra este principio al que sus propios corazones se negaban a rendirse, y de esta forma hacían violencia al mensaje que Dios les había enviado."

- No tengo más fuentes acerca de esta controversia, de manera que no puedo emitir una opinión definitiva. Desafortunadamente, en este asunto de la santificación y de entender correctamente la ley y la gracia, es muy fácil caer en uno de los dos extremos: la "gracia barata" y el liberalismo por un lado, y el legalismo y perfeccionismo por el otro lado. Y a menudo, los que se dan cuenta del error de uno de estos extremos, caen en el otro. Y aun los que tienen el entendimiento correcto y equilibrado, a menudo son malentendidos por los demás. Así es bien posible que Durham tenía un punto de vista equilibrado, pero que su mensaje fue malentendido y llevado a un extremo por algunos de sus simpatizantes.

Lo que es indisputable, es que el avivamiento pentecostal tenía sus raíces en el movimiento de la santidad, y que en sus inicios el 'bautismo del Espíritu Santo' estaba estrechamente ligado a la santificación. Se buscaba, no en primer lugar una "manifestación del Espíritu", sino la santificación y una unión más cercana con Jesucristo. Todos los pioneros del pentecostalismo dieron mucha importancia a la santidad - incluso Durham, según el relato de Bartleman. No existía esta búsqueda por manifestaciones cada vez más extraordinarias y más extrañas, que se observa en muchas iglesias actuales. En otro lugar escribe Bartleman:

"La atención de la gente debe dirigirse primero, y siempre, a Cristo. Un verdadero 'Pentecostés' producirá una muy fuerte convicción de pecado, un volverse a Dios. Las falsas manifestaciones solo producen entusiasmo y admiración. ... Cualquier obra que exalte al Espíritu Santo o a los 'dones' por sobre Jesús, terminará en el fanaticismo. Todo lo que hace exaltar y amar a Jesús es bueno y seguro. Lo contrario arruinará todo. El Espíritu Santo es una gran luz, pero siempre enfocada sobre Cristo, para revelarlo."

Conclusión

Hemos visto como Dios respondió al clamor de los pioneros pentecostales. Por un breve tiempo - uno o dos años de avivamiento -, volvieron el amor, la pureza y el poder de la primera iglesia de Jesús. Esto fue suficiente para originar un movimiento que iba a extenderse por el mundo entero; igual como Pablo y sus pocos compañeros eran capaces de "trastornar el mundo entero" (Hechos 17:6).
Pero hemos visto también, como muy pronto este movimiento se convirtió en "una iglesia más", "una institución más", con sus tradiciones, sus sacerdotes y reyes, como todas las otras iglesias. Prefirieron hacer las cosas "ellos mismos", en vez de depender constantemente del Espíritu Santo. De manera que uno de sus propios fundadores, apenas veinte años después, tuvo que hablar de "apostasía".

¿La conclusión? - El movimiento pentecostal tiene hoy la misma necesidad como todas las iglesias: volver "a lo que era en el principio". Al comparar la situación actual con el avivamiento de la Calle Azusa, resaltan las diferencias, y la necesidad se ve claramente. Aun más claramente lo vemos si hacemos la comparación con la iglesia original (lo que he hecho en otro lugar.) El Nuevo Testamento - y especialmente el libro de Hechos - pinta un cuadro claro de cómo era la primera iglesia. Volver allá era el anhelo de los pioneros pentecostales; salir de las ataduras de un sistema eclesiástico institucionalizado, y volver a lo que era la primera iglesia. Esto mismo debería ser el anhelo del pueblo de Dios hoy.