¿Así que ya no quieres ir a la iglesia?

Por Jacob Colsen

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Capítulo 1: Extraño y más extraño

En aquel momento, él era la última persona que yo hubiera querido ver. Mi día ya había ido muy mal, ahora seguramente se iba a poner peor.

Pero allí estaba él. Acababa de meter su cabeza a la cafetería. Pensé en esconderme detrás de la mesa, pero me di cuenta de que esto se hubiera visto bastante infantil. Bajé la cabeza e intenté esconder mi cara detrás de mis manos.

A través de los espacios entre mis dedos pude ver como él tomó un vaso de jugo. Después se dio cuenta de que no estaba solo, y con una mirada sorprendida caminó en mi dirección. ¿Por qué exactamente aquí, y por qué en este momento?

Había sido nuestro peor día en una batalla larga y agotadora. Desde las tres de la tarde, cuando el asma amenazó con estrangular a Andrea, nuestra hija de doce años, nosotros vigilábamos por su vida. La habíamos llevado al hospital a toda prisa, viéndola luchando por tomar aire. Después habíamos mirado como los médicos y las enfermeras lucharon contra su asma.

Aunque mi esposa y yo la habíamos visto sufrir toda su vida, yo no aguanto bien estos momentos. Me enojo tanto al verla sufrir, y no importa cuánto habíamos orado por ella y otros habían orado, el asma sigue empeorando.

Finalmente, los medicamentos tuvieron efecto, y ella comenzó a respirar con más facilidad. Mi esposa se fue a casa para conseguir el sueño que necesitaba tanto, y para despedir a sus parientes que habían venido para cuidar a nuestra otra hija. Yo me ofrecí para quedarme en el hospital durante la noche. Finalmente, Andrea se durmió y yo pude ir a la cafetería para tomar un café y leer tranquilamente. Estuve demasiado estresado para poder dormir.

Al encontrar el lugar vacío, me senté en la sombra de un rincón distante. Yo estaba tan enojado que ni siquiera podía pensar bien. ¿Qué había yo hecho mal para que mi hija tuviera que sufrir tanto? ¿Por qué Dios ignoraba mis oraciones desesperadas por su sanidad? Otros padres se desesperan por tener que llevar a sus hijos a todas sus actividades. Pero yo ni siquiera sé si Andrea sobrevivirá su próximo ataque de asma, y me preocupo por los medicamentos que tiene que tomar y que estropean su crecimiento.

En medio de este mi enojo, él metió su cabeza en mi santuario privado. Ahora se acercaba a mi mesa, y yo pensé sinceramente en golpearle en la boca si iba a abrirla. Sin embargo, yo sabía que no lo iba a hacer. Soy violento solo por dentro, pero no por fuera donde cualquiera puede verlo.

Nunca me encontré con una persona más frustrante que Juan. Fui tan entusiasmado cuando nos encontramos por primera vez, y sinceramente, nunca conocí a alguien tan sabio como él. Pero él me trajo solo tristeza. Desde que él vino a mi vida, perdí mi trabajo con el cual había soñado toda mi vida, soy odiado por la iglesia que ayudé a fundar hace 15 años, e incluso tengo más problemas en mi matrimonio que antes.

Para que comprendas lo frustrado que estoy, tendrás que volver conmigo al día cuando me encontré con Juan por primera vez.


Mi esposa y yo celebramos nuestro 17. aniversario de bodas con un viaje de tres días a la playa Bismo en la costa central de California. En el camino de regreso paramos en el centro de San Luis Obispo para almorzar. Después fuimos a hacer compras por separado.

Allí me topé con un grupo de personas que discutían a viva voz en la calle. Cuatro alumnos de secundaria y dos hombres de edad media tenían unos volantes celestes en sus manos y gesticulaban. Yo había visto esos volantes antes. Era una invitación a un drama acerca de las llamas del infierno, que iban a presentar en una iglesia del lugar.

"¿Quién querrá ir a esta producción de segunda clase ...?"

"Yo nunca más volveré a pisar una iglesia ..."

"Conozco lo que es, todavía tengo las cicatrices, y no volveré..."

Se interrumpían unos a otros, por tanta presión de querer soltar su veneno.

"¿Cómo puede esa gente arrogante pensar que pueden juzgarme y ... ?"

"Me gustaría ver lo que pensaría Jesús si él entraría a una de estas iglesias ..."

"No creo que entraría en alguna..."

"Y si lo hiciera, probablemente se dormiría."

Los demás se rieron.

"O quizás se matará de risa..."

"O de llanto", dijo otra voz, lo que hizo pensar a todos por un rato.

"¿Tú crees que él se pondría un terno y ...?"

"Solo para esconder el látigo con el cual quiere limpiar el templo."

El volumen de sus voces atrajo a otras personas que estaban pasando. Ahora la discusión se intensificó, porque algunos de los nuevos desafiaron a los críticos de la iglesia. Todos se acusaron unos a otros. Yo había escuchado antes muchas de estas acusaciones - acerca de los edificios extravagantes de las iglesias, los hipócritas, las prédicas aburridas, y el agotamiento por las muchas reuniones. Aquellos que querían defender la iglesia, admitieron que algunas de estas debilidades existían, pero intentaron señalar las muchas cosas buenas que hacían las iglesias.

Entonces le noté a él. Podría tener cualquier edad entre los 35 y los 55. Era bajo; con pelo oscuro ondulado y una barba despeinada, ambos con unas pocas canas. Con su camisa verde descolorada, sus jeans y zapatillas, parecía un remanente de las rebeliones de los años 60; excepto que no deambulaba sin rumbo.

De hecho, lo que había llamado mi atención, fue su manera determinada de caminar. Se acercaba directamente al centro de la discusión acalorada, con la cara intensa como de un perro pastor alemán que escucha un sonido extraño en la noche. Pronto apareció en el centro del círculo, observando a los que más gritaban. Cuando miró en mi dirección, fui cautivado por la intensidad de sus ojos. Parecía que él sabía algo que nadie más sabía.

Por mientras, aquellos que atacaban la iglesia, expresaron ahora su ira contra Jesús mismo y le llamaron un impostor. Por supuesto, esto enojó aun más a los defensores de la iglesia: "¡Espera no más hasta que tengas que mirar su cara mientras caigas al infierno!" - Parecía que ya iban a golpearse, cuando el extraño soltó su pregunta:

"Ustedes realmente no tienen ninguna idea de cómo era Jesús, ¿es cierto?"

Las palabras salían muy suavemente de los labios del hombre, en fuerte contraste contra la viva discusión. Pero su impacto no se perdió. La bulla cesó, mientras todos se miraban de manera desconcertada. Todos se parecían preguntar: "¿Quién dijo esto?"

Yo me reí silenciosamente, porque nadie miró al hombre que acababa de hablar. Entonces él volvió a hablar en medio del silencio: "¿Tienen ustedes alguna idea de cómo era él?"

Esta vez, todas las miradas se dirigieron hacia la voz, sorprendidos.

"¿Qué sabes tú de ello, viejo?" preguntó finalmente uno de ellos, en tono burlón, hasta que las miradas frías de los demás le callaron. Pero el extraño no tenía prisa de hablar. El silencio se prolongó en el aire, más alla de lo soportable. Pero nadie habló, y nadie se fue. Durante este tiempo, el hombre miraba a todos, intentando coger la mirada de cada uno por un breve segundo. Cuando me miró a mí, todo dentro de mí pareció derretirse.

Por fin volvió a hablar. Sus primeras palabras se dirigieron directamente al hombre que había amenazado a los demás con el infierno. "Usted realmente no tiene ninguna idea de lo que es su motivación, ¿cierto?" Su tono era triste, casi suplicando. No expresó ninguna ira. Avergonzado, el hombre echó sus manos hacia arriba y encogió sus labios, como si no hubiera comprendido la pregunta.

El extraño le dejó retorcerse bajo las miradas de los demás por unos momentos, después volvió a hablar, mirándoles a todos:

"El no se veía nada especial. El podría caminar por esta calle hoy, y ninguno de ustedes siquiera le miraría. De hecho, él tenía una cara que ustedes evitarían. Ustedes pensarían que él no podría ser parte de ustedes.
Pero él era un hombre muy quieto. El podía callar a sus enemigos sin siquiera levantar la voz. El nunca forzaba su camino; nunca atrajo la atención hacia su propia persona; y nunca aparentó que le gustaba algo que lastimaba su alma. El era real, hasta lo más íntimo de su ser.
Y en lo más íntimo de su ser, él era amor." - El extraño hizo una pausa y movió su cabeza. - "¡Wow! ¡Cuánto amaba él!" - Sus ojos miraban ahora mucho más allá de la gente, intentando penetrar más allá del tiempo y del espacio. - "Nosotros ni siquiera sabíamos lo que era el amor, hasta que lo vimos en él. Aun los que le odiaban, tenían que admitirlo. El seguía preocupándose por ellos, esperando que de alguna manera hasta ellos pudieran llegar a reconocer quién estaba entre ellos.
Y con todo este amor, él era completamente honesto. Pero aun cuando sus acciones o palabras exponían los motivos más oscuros de la gente, ellos no se sentían avergonzados. Sus palabras siempre transmitían una súplica de acercarse a Dios y ser liberados por él. Tú le confiarías tus secretos más profundos. Si alguien te sorprendería en tus peores momentos, tú desearías que fuera él.
El no perdía tiempo burlándose de otros, ni de sus ataduras religiosas." - El miró a aquellos que acababan de hacer esto. - "Si tenía algo que decirles, les decía y después se fue; y entonces sabías que él te amaba más que cualquier persona."

En este punto el hombre se detuvo, los ojos cerrados y la boca tensa, como si tuviera que detener unas lágrimas que le iban a derretir en un instante si las soltaba.

"No estoy hablando de un sentimentalismo barato. El amó, realmente amó. No importaba si eras un fariseo o una prostituta, un discípulo o un mendigo ciego, un judío, un samaritano o un pagano. Su amor era para que todos lo recibieran; y la mayoría lo hicieron cuando le vieron. Aunque muy pocos realmente le siguieron, en los pocos momentos que él paso por su vida, ellos saboreaban algo que no podían negar aun años después. Parecía que él sabía todo acerca de ti, pero amaba profundamente todo lo que era verdadero en ti."

El se detuvo y miró la gente. Unas treinta personas se habían detenido para escucharle, boquiabiertos de asombro. Puedo relatar sus palabras aquí, pero no hay manera de describir su impacto. Estas palabras vinieron de lo más profundo de su alma.

"Y cuando él estaba colgado en aquella cruz" - y el hombre levantó su mirada a los árboles sobre nosotros, - "este amor seguía fluyendo - sobre los burladores y sobre los amigos desilusionados por igual. Cuando él se acercó a la oscuridad de la muerte, agotado por las torturas y sintiéndose separado del Padre, no hubo ningún momento más sublime en el mundo. Su vida fue dada para ti. Este no fue ningún loco. Este fue el Hijo de Dios, derramado hasta lo último, para abrirte el acceso libre a su Padre."

El hablaba como alguien que había estado con él. De hecho, yo pensé: "Este hombre es exactamente como yo me imaginaría al discípulo Juan."

Apenas pasó este pensamiento por mi mente, que él se detuvo en medio de la oración. Mirando hacia la derecha, parecía buscar algo entre la gente. De repente fijó su mirada en mí. Se me paró el pelo de la nuca, y por mi cuerpo pasó una ola de escalofríos. El me miró por un momento, y una breve sonrisa apareció en sus labios, mientras movía su cabeza en mi dirección y guiñó con el ojo.

¿Estaba él confirmando mi pensamiento? Esto sería absurdo. Incluso si él era Juan, él no podría leer pensamientos. ¿Que estoy pensando? ¿Cómo podía él ser un discípulo de hace 2000 años? Es simplemente imposible.

Se amontonó más y más gente. Aun el extraño parecía incomodarse con el espectáculo que estaba causando.

"Si yo fuera tú", dijo, pasando con su dedo índice por aquellos que habían comenzado la discusión, "yo perdería mucho menos tiempo con rajarme de la religión, y a cambio intentaría descubrir cuánto realmente él te ama. El podría ser más real para ti que tu mejor amigo. El te cambiaría desde adentro, y conocerías la verdadera libertad y el verdadero gozo." - Con esto se volteó y se hizo un camino a través de la gente, hacia el lado opuesto de donde yo estaba parado. Nadie se movió ni dijo algo por unos momentos.

Intenté pasar a través de la gente para hablar personalmente con este hombre. ¿Podría realmente ser Juan? Si no, ¿entonces quién era? ¿Cómo sabía él las consas que dijo acerca de Jesús con tanta confianza?

Fue difícil pasar por la gente, manteniendo la mirada en Juan. Justo alcancé para verle pasar entre dos edificios. Cuando faltaban unos cinco metros para alcanzarle, entró en una calle. Nadie más le había seguido, de manera que iba a poder hablar con él a solas. Doblé la esquina para llamarle que se detuviera.

Pero la calle estaba vacía. Boquiaberto, regresé. ¿Realmente había entrado a esta calle? Miré en todas las direcciones, pero no le vi. Era seguro que había entrado a esta calle. Pero no podía haber caminado los cuarenta metros en los tres segundos que me tomó para alcanzar la esquina.

En pánico, corrí por la calle. Había muros por ambos lados; ninguna puerta ni pasaje por donde podía haber entrado. Al final había un estacionamiento de carros. Ninguna señal del extraño.

Finalmente me senté en una banca, desorientado por la experiencia. ¿Quién era ese tipo, y qué había pasado con él? Sus palabras habían tocado el hambre más profundo de mi corazón; y el tan solo recordar su sonrisa, me volvió a dar escalofríos.

Resolví que nunca más le iba a ver, y descarté todo este día como uno de estos sucesos inexplicables en la vida que nunca harán sentido.

No pude estar más equivocado.

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